¿Cuánta incertidumbre eres capaz de soportar?
Uno de los mayores miedos de la humanidad es perder lo que ya se tiene. Es un temor tan común, tan arraigado en nuestra naturaleza, que muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que estamos actuando desde él. Ese miedo constante nos mantiene vibrando en una frecuencia baja, donde la inseguridad y la ansiedad gobiernan nuestros pensamientos. Y lo más curioso —o quizás lo más importante de entender— es que cuando un individuo se conecta con la energía del miedo, justo eso es lo que empieza a atraer: pérdidas, carencias, rupturas, cambios forzosos. Todo aquello que siga alimentando esa vibración de temor.
El ser humano, por naturaleza, tiende a aferrarse. Nos aferramos a lo que conocemos, a lo que nos da una aparente sensación de control: personas, cosas materiales, rutinas, identidades. Creemos que si logramos retener todo eso, estaremos a salvo. Pero la verdad es que ese aferramiento no nos da estabilidad real. Solo refuerza la ilusión de seguridad.
Sé que la incertidumbre puede ser incómoda. A veces se manifiesta como ansiedad, angustia o un nudo en el estómago. Pero un día escuché una pregunta que me marcó profundamente: ¿Cuánta incertidumbre eres capaz de sostener sin derrumbarte? Esa frase me hizo reflexionar mucho. Porque al final, la vida es eso: cambio, movimiento, lo inesperado. Nunca sabemos realmente qué pasará mañana. Y aunque no podemos controlar los acontecimientos externos, sí podemos elegir cómo responder a ellos. Podemos aprender a observar nuestros pensamientos y dirigir nuestra energía hacia algo más elevado.
En este camino, vale la pena hacer una pausa y preguntarnos: ¿Qué puedo hacer hoy para sentirme más seguro por dentro, más en paz? La respuesta está muchas veces en lo más sencillo: agradecer. Agradecer lo que sí tenemos, lo que somos hoy, lo que hemos logrado sostener incluso en medio de la tormenta. Agradecer nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestras ganas de seguir adelante.
Porque cuando elegimos enfocar nuestra atención en lo que hay, en lo que ya es parte de nuestra vida, dejamos de alimentar el miedo y empezamos a vibrar en confianza. Y desde ahí, lo que llega es más abundancia, más armonía, más claridad.
No se trata de tenerlo todo bajo control, se trata de confiar.
Confiar en que todo se acomoda, que nada realmente importante se pierde y que tú, mientras te mantengas conectado contigo, siempre estarás a salvo.
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